El depresivo y su entorno
El depresivo y su entorno
Basado en el libro
Tristeza y Depresión del Dr. Joan Corbella Roig
Muchas veces, la sintomatología del enfermo depresivo, o aquel que tiene conductas depresivas, se ve incrementada por las reacciones de las personas que le rodean y de la sociedad en la que vive.
En las situaciones laborales, los casos graves están tan seriamente limitados que requieren la baja laboral, a veces de duración superior a los 6 meses, y que incluso pueden llegar a requerir la invalidez. En otras situaciones en las que la gravedad no es tan aparatosa, el depresivo puede verse en la necesidad de ir a trabajar sin estar en condiciones de hacerlo y en gran cantidad de casos, se puede apreciar una ruptura del progreso de un empleado en una empresa, después de un episodio depresivo.
En parte hay que atribuirlo al hecho de que no pocos empresarios, asocian la enfermedad depresiva con la debilidad, y en consecuencia, con un descrédito hacia el trabajador; esto justifica que muchos enfermos no quieran la baja o piden que se omita o se disminuya el diagnóstico.
En otros casos, el enfermo no tiene conciencia de estar afectado por una depresión y sobrelleva su trabajo como puede, perdiendo capacidad y por tanto rendimiento.
Cerca de un 80% de las personas alrededor del mundo que sufren depresión, no son diagnosticadas ni tratadas adecuadamente, y que una cifra considerable está en tratamiento sintomático de trastornos concomitantes a la depresión, pero no en tratamiento antidepresivo.
En estos casos la capacidad laboral disminuye sin que se le encuentre una justificación, lo que incrementa el sentimiento de culpa del paciente que se siente culpable de su pérdida de capacidad, y que a menudo asocia con el hecho de estar envejeciendo.
Las amas de casa o personas dedicadas al oficio de limpieza
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imagen de la red |
En el caso de amas de casa o personas dedicadas a la limpieza y el mantenimiento, la depresión no supone un cambio en la situación laboral-en el caso de las amas de casa-, y a menudo tiene la sensación, lamentablemente justificada, de que su patología no es comprendida y se ve en la necesidad de enfrentarse a todas sus responsabilidades sin que nada las disminuya.
Al encontrarse mal y sin el ánimo necesario para ilusionarse, va perdiendo eficacia de manera que la casa no está tan limpia, la comida que prepara es más rudimentaria y la atención general a la familia es precaria. esta situación provoca críticas y malas caras que no hacen otra cosa que aumentar sus sentimientos de culpa y de tristeza.
Este estado de ánimo o trastorno del mismo, a menudo se prolonga durante mucho tiempo, hasta que se identifica su naturaleza patológica, y se inicia tratamiento.
![El depresivo y su entorno Graffiti en blanco y negro con máscara castillo y galáxia](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_lXiqCcp9hRgZ6HiYZ-DULhY3DtPaEqFnXkpspimmcvjECV8ZfytjMqiRF5X8EKRnDvMBUByFJNfxg_4Yc5S034T69ftk7GddSrYJz-PEC-KBk0ZTCHba5eKEHryttpM_OiijW16bxh4/s320/todos+con+su+realidad.jpg)
Diferente es la actitud de las personas que no han tenido ningún contacto con esta enfermedad, y desconocen la gravedad de sus síntomas, y dado que la tristeza es un estado de ánimo, creen que los depresivos que se quejan de tristeza, es porque tienen poca capacidad para sufrir o que exageran su sufrimiento;
Está reacción incrementa todavía más el sentimiento de rechazo y de culpabilidad que ya tiene el enfermo de por sí.
A pesar de que pareciera lógico pensar que hay una cierta relación entre el nivel cultural y el conocimiento de la enfermedad, se ha podido apreciar que la relación no es tan directa como podría pensarse, encontrándose más comprensión cuando hay una historia personal de sufrimiento de la enfermedad, o de convivencia con una persona afectada.
Este hecho se da en diversas situaciones patológicas en las que la experiencia personal proporcionan más conocimiento de la enfermedad, que el conocimiento indirecto o teórico. se da la paradoja de que entre los profesionales de la medicina todavía hay mucho escepticismo acerca de la psicopatología, escepticismo que les dura hasta que ellos mismos una persona allegada sufre un trastorno.
Al hacer referencia a las relaciones afectivas, se ha indicado que el enfermo depresivo tiene dificultades para manifestar sus sentimientos y mostrar agradecimiento hacia la persona o personas que le cuidan.
Desgraciadamente, también sucede que hay muchas familias y amistades con graves dificultades para comprender a la persona que sufre y esta triste, en general, podemos observar cómo cada vez cuesta más aceptar la presencia de un enfermo en la familia, todavía resulta más difícil admitirlo si la enfermedad es de tipo psíquico.
El depresivo tiende a creer que no lo comprenden, cuando además es cierta la falta de comunicación entre él y su entorno; el sufrimiento aumenta y se complica la evolución. Hay que enfrentar la tristeza...
Por el contrario, hay familias o personas, que tienen admitir la depresión y se muestran especialmente bien dispuestas a entender esta patología, pero en este caso pueden caer en establecer una relación de gran sobreprotección, de manera que el enfermo encuentra más gratificante el trato que recibe cuando está enfermo, que cuando está sano, este hecho tampoco puede considerarse como favorable para su evolución.
De manera similar, ocurre en las situaciones en las que el enfermo que está deprimido, presenta un trato menos agresivo y tenso, que cuando está bien, lo que hace que la familia verbalice que es más fácil tratar con esa persona cuando está mal que cuando está bien.
Hasta la próxima lectura.
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